Tipo de parto: Parto vaginal con ventosa

Ciudad: Burgos

Año: Diciembre de 2022

 

¿Qué vas a encontrar aquí?

Te dejo con el relato de Marina

Embarazo y preparación

Siempre que había escuchado la palabra parto lo había relacionado con miedo, dolor y más palabras negativas. Después de haber vivido el mío los términos que me vienen a la cabeza son intensidad, empoderamiento y mucho amor.

Todo mi embarazo fue muy bien, cero molestias y puede disfrutar de cada avance, de cada patadita dentro, de cada cm que crecía la tripa. Empecé poco a poco a formarme de cara al parto para poder afrontarlo sin miedos y con la mayor seguridad posible.

El Hinoparto me ayudó a que llegase a ese día muy tranquila. Tenía las ideas claras, quería evitar epidural y uso de otros fármacos y que el proceso fuese lo más natural posible.

Me había preparado para tener la fuerza y los métodos para aliviar el dolor por mi misma. Pero aún así también pensaba: MENTE ABIERTA, por mucho que tengas una idea y un plan de parto claro, luego las cosas pueden cambiar, así que fui también con la mentalidad de que no pasaba nada si al final pedía la epidural, no iba a ser menos mujer por ello.

Una de las cosas que tenia muy claras era que no quería un parto provocado solo porque un protocolo de hospital dijese que había que inducirlo a la semana de salir de cuentas.

Si todo estaba bien quería esperar a que Rubén decidiese salir por si mismo.

Fecha de parto

El 10 de diciembre era mi fecha, pero llegó el día y no hubo ninguna novedad, pasó una semana y tampoco. En el hospital de Burgos me empezaban a presionar para provocarlo. Pero como todo estaba bien yo me di una semana más de espera, eso sí, con controles médicos cada 2 días para asegurarnos de que todo estaba bien.

Estando de 41 + 3 empezaron las contracciones, y cuando fueron cada 5 minutos fuimos al hospital. Hasta ahí todo muy bien, eran muy soportales y yo me veía súper capaz de aguantarlas.

Parto

Llegamos al hospital, me exploraron y vieron que solo había dilatado 2 cms y la bolsa estaba rota. Yo no me había dado cuenta de la rotura, y me dijeron que si no empezaba a dilatar más rápido me tenían que dar oxitocina sintética para inducirlo.

Esperamos toda la noche y esas contracciones se volvieron dolorosas y menos soportables. Seguía dilatada de 2 cms y agotada. En ese momento mi plan de parto desapareció.

No era capaz de sentarme en la pelota de pilates del dolor, la aromaterapia no me hacía nada, la música relajante me irritaba, y realmente el trabajo activo de parto no había empezado. Me tuvieron que dar oxitocina, ya no se podía esperar más a que mi cuerpo por sí mismo empezase a dilatar.

Así que recordé mis propias palabras: MENTE ABIERTA, y decidí ponerme la epidural.

Menos mal que tomé esa decisión!!! Una vez que me la pusieron los dolores desaparecieron y pude descansar y recuperar fuerzas para lo de después. La dilatación fue larga, casi 12 horas en alcanzar los famosos 10 cms, pero bueno, yo estaba tranquilita tumbada en una cama y descansando de vez en cuando.

Llegado ese momento nos tocó esperar 2 horas y media para empezar a empujar. A las 23:30, Pepa la matrona y Mari Jose la auxiliar entraron en el paritorio para comenzar el expulsivo. Nada más ver a Mari Jose me di cuenta de que era de mi pueblo, qué ilusión ver a alguien conocido en ese momento!

Con cada contracción concentraba toda mi energía en empujar 2, y hasta 3 veces.

El ambiente del paritorio parecía el de una competición deportiva: buen rollo, colegueo, muchos ánimos. Y entre contracción y contracción hablábamos de cualquier cosa. Tenía a mi pareja a mi lado apoyándome y animándome en todo momento.

Pasaron más de 2 horas y Rubén no terminaba de salir. Mis fuerzas y mi energía se estaban agotando. Decidimos utilizar una ventosa para echarme una mano y por fin, poder conocer a mi hijo.

El paritorio se llenó de gente entre ginecólogos y pediatras, y mi sensación era extraña. Mi cuerpo estaba allí pero mi cabeza no, el agotamiento me hacía estar fuera de ese lugar. Como cuando te pasas de copas y te notas ausente.

Las ginecólogas vieron que se me estaba dando muy bien el proceso de empujar y decidieron seguir intentándolo. Me animaban con tal ímpetu cada vez que empezaba una contracción que no podía rendirme y tenía que seguir empujando. Pero después de varios intentos sin resultado, y un agotamiento extremo, tuvimos que llegar a usar la ventosa.

Esta parte ya fue muy rápida y en un par de minutos ya tenía a mi niño al otro lado de la piel.

Tenía el cordón umbilical alrededor del cuello, lo que hizo que resultara imposible que saliera sin ayuda.

 

Primeros instantes con Rubén

Rubén ya estaba fuera, pero no lloraba. Yo esperaba que eso fuese como en las películas y que saliera gritando a pleno pulmón. Ese silencio me descolocó y asustó mucho. Pero enseguida me tranquilizaron y me dijeron que había que limpiarle el líquido para que pudiese respirar y también llorar.

En ese momento me pusieron a una personita encima de mi regazo, que hizo dos gemidos y enseguida se tranquilizó. Su padre y yo no podíamos contener las lágrimas y yo no dejaba de decir: “mi niño, mi niño”. La intensidad y la emoción del momento eran increíbles, e hicieron que todo lo vivido las horas anteriores cobrase sentido.

Todavía no había terminado todo, había que expulsar la placenta.

Esa parte se complicó, porque la tenía pegada a las paredes del útero. La ginecóloga tuvo que tirar de ella para que saliera, pero yo no fui consciente de nada. La epidural hizo que no sintiese nada, y, lo más importante, nuestro niño ya estaba con nosotros, ya se podía acabar el mundo, que nosotros estábamos felices!

Si tuviera que describir mi parto en dos palabras te diría que fue intenso y emocionante. Y como me dijo mi madre al conocer a su nieto:

“¡Bienvenida a la etapa más bonita de tu vida!”

Y qué razón tenía.

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